martes, 20 de diciembre de 2011

La muerte dulce del Mon Cheri

No todos los días te cuentan grandes historias. Historias trágicas en si pero que al ser tan absurdas, y gracias a un final feliz, se convierten en cómicas y superbuenas. Hay historias trágicas-cómicas que uno se las guarda en la nevera, dónde los quesos, que es donde se guarda la intimidad. Pero a veces hay quesos tan buenos que tienes que ofrecerlos a tus invitados. Hay sabores que uno tiene que compartir si o si. A veces, a los quesos hay que ponerles un poco de mermelada y pan para que no sepan tanto y seguir guardando, eso, la intimidad.


Esta es una historia real mezclada con mermelada y pan.


"...y nos encontramos a mi madre en la cama, prácticamente inconsciente, no la podíamos despertar. Nos asustamos y llamamos a una ambulancia, mientras llorábamos por la angustia de tener 20 años y no saber mucho cómo reaccionar. Los camilleros intentaron despertar a mi madre, que seguía en un sueño profundo. Consciente, pero durmiendo como si no hubiera mañana y roncando, de paso, vilmente. Y como no podían levantarla, la tuvieron que atar a una silla del comedor con unas correas y bajarla en ascensor a la ambulancia. Se había puesto de Mon Cheri la tía hasta las trancas. Prácticamente una caja, que vimos en la mesilla todos los papelitos. Vale que los Mon Cheri no es que tengan muchísimo alcohol, pero si te comes prácticamente una caja, es como media botella de licor. Y mezclada con sus medicamentos, una bomba de relojería.


Luego ya mi madre se despertó super desubicada en un Box del hospital...


Lo peor de todo fue decirle al médico que no, que mi madre para nada se había intentado suicidar y contarles a mis amigos por qué esa noche no podía salir. Me acuerdo perfectamente porque era Nochebuena..."



martes, 13 de diciembre de 2011

No quiero ser vecina de Christopher Walken


Christopher Walken me da miedo. Me da miedo porque no sé si es así en realidad o es que es muy buen actor. Mantengo la teoría de que los actores, en el fondo, no interpretan. Son personas con suerte, que viven de lo que les gusta, y que encajan en papeles por cómo son, no por su profesionalidad. Dentro de un orden, claro. Creo que la mayoría de papeles están escritos para esos actores con suerte que, por estrella o por costumbre, generan dinero. Con lo cual, Christopher Walken me da miedo, me intriga, y me da la sensación de que si algún día quisiera matarme, no dudaría en hacerlo.

Realmente tampoco es que haya visto muchas películas suyas, pero cada vez que le veo en una revista o en alguna cosa por el mundo, me viene a la cabeza el silencio incómodo que habría en la atmósfera si estuviéramos en la misma habitación. Me impone. Me impresiona. Genera en mi tal respeto que me lleva a la desconfianza. Incluso en el video que sale bailando de Fatboy Slim.

Lo peor de todo es que en el fondo me encanta, pero de lejos. Ojalá nunca seamos vecinos. Pero me gusta y me parece de olé cada vez que le veo. Quizás es porque es impecable, educado y sincero: "Sé que usted sabe dónde están. Así que, digamelo antes de que le haga sufrir, porque de morir no se libra."


sábado, 10 de diciembre de 2011

Joan Baez se quitaba el bigote



A lo largo de la historia de la humanidad, el bigote ha se ha entendido como un indicativo de clase, sabiduría, autoridad o poder según el momento y la sociedad donde se ubique. Pero en hombres, chatas. Que sobretodo es símbolo de hombría y masculinidad.


Últimamente no paro de ver bigotes donde no corresponden. A no ser que estemos entrando en una nueva Era en la que las mujeres vamos a demostrar alguna novedad, ¿qué sentido tiene alisarse el pelo con la plancha o ponerse los hits de Zara cuando se lleva un mostacho a modo Cantinflas? Incongruencia total. La arruga es bella, pero llevar bigote es fuerte. Nosotras, la clase, la sabiduría y la autoridad ya la demostramos con otras muchas cosas. Con una mirada nos sobra y nos basta. Dejemos de comer terreno a los chicos.


Veo bigotes allá donde voy. Pero bigotes, bigotazos, no hablo de cuatro pelitos, vaya. Hablo de bigotes que ni el de Tom Selleck en labios cubiertos de gloss. Vamos a ver: si te pones gloss, te miras en el espejo. Si te miras en el espejo, tú mejor que nadie ves ese peazo de bigote. ¿O es que se puede caer en el pensar que los demás estamos ciegos o baaah, nadie se va a fijar? La gente se fija en todo pero, de todas formas, tampoco hay que fijarse mucho para ver según qué peazo de bigote. Y la solución no está en darle unas mechas californianas, por favor, que esas se llevan en la cabeza.


Bigotes, bigotes, bigotes... Madre mia, ¡¿en qué se está convirtiendo el mundo?! Mucho peeptoe y mucha leche pero con bigote. ¿Es una estola de visón ahora que llega el frío o es que hay una nueva tendencia muy moderna a lo Errol Flynn?


Veo bigotes allá donde voy. Veo bigotes y no lo entiendo. Ni aunque seas más hippie que Joan Baez. Que ella, si lo tenía, se ocupaba de quitarlo.


La guapa Joan sin su bigote y Errol con el suyo






jueves, 1 de diciembre de 2011

Pedos en la pareja: ¿opresión o libertad?



Tengo un compañero de trabajo que es un guarro. Un guarro entrañable, pero un guarro. Un guarro divertido, listo y muy entretenido. Da mucho juego y nos reímos mucho con sus guarradas aunque más de una vez o de dos hemos tenido que atravesarle con la mirada e incluso enfadarnos. Pero, además de guarro, es un buen tío y, si se pasa, recula y pide perdón. Sus hits son los culos y las tetas. Pero a veces también habla de pedos, erúctos, cacas y demás escatologías. Y la verdad es que nos morimos de la risa. 


Hace poco se levantó el siguiente debate: Pedos en la pareja, ¿opresión o libertad?


Después de discutirlo tanto tiempo que hasta nuestra jefa nos dijo con sorna que cómo es que seguía ese debate, si ella ya había apagado la radio hacía un rato..., sacó sus conclusiones.


Para él, el Santo Grial de la pareja es cuando ella acepta -y de paso se suma- al curso natural de la naturaleza. A la realidad incontestable de que no sólo somos alma y pensamiento, si no también un amasijo de vísceras, con sus procesos físico/químicos. Porque, ¿no es verdad que tirarse pedos y eructar delante de tu pareja es el mayor gesto de complicidad y confianza? El acto supremo de entrega al otro.


Dice que jamás somos tan vulnerables y, por lo tanto, sinceros como cuando nos tiramos un pedo delante del otro. Dice que es como decir "te quiero tanto" o "tengo tanta confianza" que me abro a ti hasta las últimas consecuencias. En sentido figurado y literal, claro.


Dice que ese amor y las cosas bonitas que sentimos por nuestra pareja están muy bien pero que también es necesario asumir que suelta pelos, se hurga la nariz y de vez en cuando emite ruidos bestiales o te echa un pestazo que no hay quién lo aguante. Quien bien te quiere, te hará sufrir.


Todo esto lo sé porque todos los meses colabora con una columna en la revista que dirige su hermana. Y tuvo la suerte de explayarse bien a gusto sobre el tema. Esta vez sólo en sentido figurado.