sábado, 25 de agosto de 2012

El hombre del espacio


-Hoy te voy a contar un cuento diferente -le digo, pero primero me quedo inmóvil, escuchando para asegurarme de que Miss Leefolt no ha vuelto a casa porque se haya olvidado algo. No hay moros en la costa-. Hoy voy a contarte el cuento del hombre del espacio.
Le encantan las historias de extraterrestres. Su programa preferido de la tele es Mi marciano favorito. Saco las antenas que hice anoche con papel de aluminio y nos las ponemos. Una para ella, otra para mí. Parecemos un par de locas con esos chismes en la cabeza.
-Érase una vez un marciano sabio que bajó a la Tierra para enseñarnos algunas cosas -empiezo el cuento.
-¿Un marciano? ¿Cómo de grande?
-Oh, pues como de un metro noventa.
-¿Cómo se llama?
-Marciano Luther King.
Contiene la respiración sorprendida y apoya la cabeza en mi hombro. Siento su corazoncito de tres años latiendo contra mi pecho, aleteando como una mariposa sobre mi blanco uniforme.
-Era un marciano muy simpático, el señor King. Se parecía a nosotros: nariz, boca, pelo en la cabeza... Pero a veces la gente se reía de él y, bueno, había algunos que era muy malos con él.
Puedo crearme muchos problemas por contarle estas historias, sobre todo como se entere Mister Leefolt. Pero Mae Mobley sabe que son nuestros "cuentos secretos".
-¿Por qué, Aibi? ¿Por qué se portaban tan mal con él? -me pregunta.
-Porque era verde.

Aibileen. Capítulo 23. Criadas y Señoras. Kathryn Stockett.