sábado, 17 de septiembre de 2011

En cuestión de minutos

Hay que pensarlo poco, porque si lo piensas mucho quizás te vuelves loco, pero hay que pensarlo al menos un poco, de vez en cuando. La vida puede cambiar de rumbo en cuestión de segundos. Digamos minutos para ser quizás más exactos. 


En minutos uno puede tener una conversación desastrosa que rompa el vinculo entre personas u otra maravillosa que las una para el resto de los días. En minutos se pueden ganar millones jugando a los dados y dedicarte a vivir en la playa y ser rubio el resto de los días. En minutos se enciende la vida o se apaga. En minutos pasan cosas, buenas y malas.


Comparto tiempo de cigarro con uno de los jefes de retoque de imágenes. Tiene, digamos, unos 55 años. Enciende su purito con la mano izquierda y lo sujeta con lo que le queda de la derecha. Nos conocemos desde el principio, pero nunca he sabido qué le pasó. El otro día le pregunté por su hijo y me contó que estaba trabajando en una imprenta "aquí al lado, donde tuve el accidente". Me contó que era verano, "el 26 de agosto", que estaba cubriendo un puesto que no le correspondía porque los demás estaban de vacaciones. Llevaba toda la mañana cortando los pliegos de las revistas y, en una de esas, la guillotina le alcanzó la mano. Un segundo de error, un minuto atrapado, toda la vida del revés. "Y no quedaba nada para irnos a comer..."


Han pasado 25 años de esto. Más de un año de baja y un número mucho mayor de operaciones. El otro día me lo contaba melancólico, con resignación, pero también con espíritu positivo porque "si no, no hubiera aprendido este nuevo oficio que me gusta tanto". Aun, el cabrón, tiene humor para contar que tiene un implante, para poder hacer pinza, "que no huele a queso aunque sea de un dedo del pie". Te cagas.


En minutos se puede escuchar una historia que te haga valorar la suerte que tienes y te recuerde que la vida cambia en cuestión de minutos. Así que..., a disfrutarla.

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