viernes, 6 de mayo de 2011

Síndrome de la clase turista



Vivir en Barcelona mola. Porque generalmente hace buen tiempo, porque tenemos mar y porque algo debe tener que hace que hordas de turistas paseen con toda la calma y con sus modelitos más finos elegidos para ir de viaje. No lo vamos a negar; uno cuando se va de viaje elige sus mejores galas. No vas a ser tan tonto de meter en la maleta ese polo roñoso o ese vestido chungo que no te pones ni para ir a comprar el pan. Algunos, porque hay de todo.


Durante todo el año se ve esta estampa y te hace sentir afortunada, por vivir en una ciudad con la que los visitantes flipan, y desgraciada, porque ves a los demás de vacaciones mientras tú vienes o vas al trabajo, a la compra o a hacer gestiones rollos como hacerte el DNI, comprar unas bombillas o llevar unas sandalias al zapatero. ¡Qué envidia me da!


Los turistas vienen a Barcelona en tandas. Primero están los jubiletas, que van con sus guías tan contentos en manada. Luego están las parejitas, que se van dando morreos en cada esquina romántica que encuentran por el Gótico. Pronto vendrá la oleada de modernos que se ponen finos de cañas en la Barceloneta antes de ir al Primavera Sound o al Sonar. Y los japoneses, que están todo el año como las despedidas de solter@, que anda que no me canso yo de ver a pobres pingad@s vestidos de torero o de sevillana.  


Ahora es la temporada de los colegios, veeenga de niños hormonados que van con sus profesores, dos pasos atrás, en el metro buscando el parque Güell y tonteando los unos con los otros. Qué suerte tienen los jóvenes de ahora, coño. En mis épocas, como mucho nos mandaban a Torreciudad y lo más excitante que hacíamos era hacer guerras de jabón corriendo como desquiciadas por los pasillos. Con ropa, para nada un sueño erótico para el que lo pueda pensar, que nuestro cole era del opus.


Lo bueno de verlos tan contentos es que algo te toca. Porque cuando la gente disfruta, la alegría se queda en el ambiente. Y lo que se queda en el ambiente se pega a la ropa, como el polen, y tú te lo llevas a casa.


Así que, ¡bienvenidos turistas! Ojo con las pertenencias, que vais tan a vuestra bola y con la cámara y luego están las comisarías petaditas de inocentes como vosotros.

1 comentario:

  1. y tambien tiene lo bueno de que tus amigos te hacen visitas!!! ;)

    gema

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